En lo que llevamos de siglo XXI, probablemente no ha aparecido otro artista latino tan impactante, tan impredecible, tan megalómano, tan rotundamente genial... Es Don Omar, autoproclamado rey del reggaetón que esta tarde canta en la sala Up&Down de Barcelona. El pasado mes de diciembre debía actuar en Valencia en un concierto que se canceló al detectarse que se habían vendido la friolera de 3.000 entradas falsificadas. Hoy parece que su esperado regreso a España por fin se hará realidad. De la mano de la pujante promotora Lalo Producciones y de nuevo en pleno apogeo. Su Danza kuduro sobrepasa ya los 200 millones de visitas en Youtube y lleva varias semanas instalada en el número uno de la lista de las canciones más vendidas. Y ahora contrataca con un mastodóntico vídeo de su propia versión de La Lambada; para que quede claro que él llegó antes al ritmo que Jennifer López.
Se llama en realidad William Omar Landrón Rivera y cuando, antes de despuntar, era predicador en una iglesia se le conocía como Pastor Landrón. Este puertorriqueño de 33 años irrumpió cuando parecía que en la concurrida escena reggaetonera estaba ya todo el pescado vendido. En el 2003 abrió su debut discográfico, The last Don, con un desafiante: «¡Cien mil o me borro el nombre!». Al final se vendieron más de tres millones en todo el mundo. En verano del 2004 en España la palabra reggaetón aún no era de uso corriente pero su Dale Don Dale rompía en las pistas de baile. Y cuando en invierno de ese mismo año el género entró aquí como un elefante en una cacharrería, protagonizó varios de los himnos del perreo: junto a Héctor y Tito en Baila morena y como solista en Dile.
TAMBIÉN BACHATA /Aquel mismo año demuestra no conocer limitaciones estilísticas y refrenda su éxito nada menos que con una bachata, Pobre diabla. Con solo ya Daddy Yankee y Wisin & Yandel disputándole el trono (porque Tego Calderón y Calle 13 son otra cosa), en el 2006 publicó Kinf of Kings y apareció en la portada vestido de guerrero medieval, blandiendo una espada sarracena con un micrófono en su empuñadura. Y por atrevimientos que no quede: desde una balada a piano hasta una defensa del amor lésbico, algo insólito en ámbitos tan homofóbicos y machistas (cuando no misóginos) como son el reggaetón y el hip-hop.
Eso no era nada comparado con el giro que daría en Idon. Remataba el soberbio primer single diciendo: «Algunos años luz antes que ustedes. Siempre voy a vivir ahí». Se lanzó sin red al electropop futurista y se estrelló. Quizá por ello, el pasado año publicó su descomunal cuarto disco compartiendo foto con los miembros de El Orfanato, un colectivo de raperos y disc jockeys que él lidera. Gestado en Nueva York y titulado Meet the orfans, recupera el pulso comercial en Danza kuduro y escala cimas escalofriantes del rap hispano.
Entre el eclecticismo desboradado y la vuelta a los orígenes, Don Omar estrena nueva y rutilante etapa y planea instalarse en Hollywood para consolidar su carrera como actor, tras haber aparecido en las dos últimas entregas de la saga Fast and furious del musculoso Vin Diesel.
Se llama en realidad William Omar Landrón Rivera y cuando, antes de despuntar, era predicador en una iglesia se le conocía como Pastor Landrón. Este puertorriqueño de 33 años irrumpió cuando parecía que en la concurrida escena reggaetonera estaba ya todo el pescado vendido. En el 2003 abrió su debut discográfico, The last Don, con un desafiante: «¡Cien mil o me borro el nombre!». Al final se vendieron más de tres millones en todo el mundo. En verano del 2004 en España la palabra reggaetón aún no era de uso corriente pero su Dale Don Dale rompía en las pistas de baile. Y cuando en invierno de ese mismo año el género entró aquí como un elefante en una cacharrería, protagonizó varios de los himnos del perreo: junto a Héctor y Tito en Baila morena y como solista en Dile.
TAMBIÉN BACHATA /Aquel mismo año demuestra no conocer limitaciones estilísticas y refrenda su éxito nada menos que con una bachata, Pobre diabla. Con solo ya Daddy Yankee y Wisin & Yandel disputándole el trono (porque Tego Calderón y Calle 13 son otra cosa), en el 2006 publicó Kinf of Kings y apareció en la portada vestido de guerrero medieval, blandiendo una espada sarracena con un micrófono en su empuñadura. Y por atrevimientos que no quede: desde una balada a piano hasta una defensa del amor lésbico, algo insólito en ámbitos tan homofóbicos y machistas (cuando no misóginos) como son el reggaetón y el hip-hop.
Eso no era nada comparado con el giro que daría en Idon. Remataba el soberbio primer single diciendo: «Algunos años luz antes que ustedes. Siempre voy a vivir ahí». Se lanzó sin red al electropop futurista y se estrelló. Quizá por ello, el pasado año publicó su descomunal cuarto disco compartiendo foto con los miembros de El Orfanato, un colectivo de raperos y disc jockeys que él lidera. Gestado en Nueva York y titulado Meet the orfans, recupera el pulso comercial en Danza kuduro y escala cimas escalofriantes del rap hispano.
Entre el eclecticismo desboradado y la vuelta a los orígenes, Don Omar estrena nueva y rutilante etapa y planea instalarse en Hollywood para consolidar su carrera como actor, tras haber aparecido en las dos últimas entregas de la saga Fast and furious del musculoso Vin Diesel.
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